sábado, 19 de diciembre de 2015

Estudiar idiomas




El verbo anatema proviene del latín studium que equivale a studere que significa ocuparse en, dedicarse a, concentrarse en. A la vista de esto propongo que cambiemos ese verbo por otro u otros: aprender y concentrarse. Y propongo más: para aprender no hace falta estudiar. No es necesario poner los codos sobre una mesa. No es esencial encerrarse en un cuartucho como monje enclaustrado. Para aprender sólo necesitamos aprender: retener en la mente lo que sea, almacenarlo en la memoria y poder usarlo cuando queramos. Y eso se puede conseguir dando un paseo, echando una rápida mirada a una frase o párrafo, oyendo un nombre o número de teléfono por fugazmente que sea, escribiendo algo o, mejor aún, haciendo un esfuerzo consciente y extremo para almacenar aquello que queremos recordar o retener en la memoria.
Si empleamos la palabra concentrarse en vez de estudiar nos daremos cuenta de que la cuestión ya ha cambiado. Todos sabemos que podemos intentar leer un libro, y lo leemos, pero varias páginas después de comenzar nos damos cuenta de que no sabemos de qué va la novela porque no nos estábamos concentrando y nuestra mente divagaba y se nos iba por los cerros de Úbeda.
Aristóteles, abre su Metafísica diciendo Los hombres por naturaleza desean saber. Y así es. Esa curiosidad innata del hombre es la que nos ha llevado a hacer inventos como la rueda, el arado, la imprenta, el telégrafo, y los libros de autoayuda. El hombre desea aprender, pero no estudiar. No quiere emplear el tiempo en estudiar lo que no cree práctico o le resulta tedioso. De ahí que no se lean las instrucciones de los aparatos que se compran. La gente empieza a tocar teclas y apretar botones, pero no se sienta a leer instrucciones (ha salido hasta con rima). Quiere aprender a manejar el trasto que acaba de comprar, pero detesta tener que sentarse a estudiar un manual.
Dejemos, pues de estudiar, y comencemos a concentrarnos y aprender.

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