“George Bernard Shaw, en su Prefacio a Pygmalion, A Professor of Phonetics, que luego fue una película, My Fair Lady, (1964), escribió sobre las
dificultades de la fonética y ortografía inglesas: "The English have no
respect for their language, and will not teach their children to speak it. They
spell it so abominably that no man can teach himself what it sounds like. It is
impossible for an Englishman to open his mouth without making some other
Englishman hate or despise him."1 Esto lo
escribió en 1916, y lo podría haber escrito hoy. Todo sigue igual. Y lo que es
peor: no puede cambiar.
Es una perogrullada que explique que el lenguaje es
sonido, voz viva, oralidad, y que por eso una lengua se considera muerta cuando
ya nadie la habla, porque el sonido, como la vida misma, es efímero. Digo esto
porque hay muchos que creen que el aprendizaje de un idioma extranjero se basa
sólo en frases, en cuestiones gramaticales, y no enfatizan lo importante: el
sonido, la pronunciación correcta, la repetición acertada de lo que oímos.
Luego pasa lo que pasa: que no nos entiende nadie. Parece como si estudiásemos
inglés, por ejemplo, sólo para leerlo y escribirlo, no para hablarlo, para
comunicar por medio de la voz.”
(De la Introducción a PHONÉTICA INGLESA (Madrid: Anaya, 2015.)
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