El 17 de febrero de 1894 se estrenó el sainete La Verbena de la Paloma, del compositor Tomás Bretón. Una frase se ha hecho proverbial: "Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad." El libretista Ricardo de la Vega no sabía lo lejos que iban a llegar las ciencias, y cómo, por eso, el lenguaje cambiaría o evolucionaría. Como ejemplo podemos hablar de la oficina, del despacho, que no es ni sombra de lo que era.
El oficinista se sentaba a la "escribanía", "bureau" o "writing desk", sacaba unos "pliegos de papel" o "foolscap" y echaba mano del "tintero", "inkwell", no sin antes elegir un palillero, "penholder", y buscar una "plumilla" o "penpoint" adecuada. Antes se aseguraba de que tenía el "papel secante", "blottin paper" a mano por si echaba un "borrón", "splotch" o "stain".
Como los lápices se empleaban mucho, tenían "sacapuntas" o "pencil sharpeners" preparados, así como "gomas de borrar" o "erasers" que los británicos llaman "rubbers."
Los más modernos tenían "máquinas de escribir", "typewriters" con "papel carbón", "carbon paper" para hacer copias, empleando "papel cebolla" o "onion-skin paper." Algunas secretarias usaban la "taquigrafía", "shorthand" para escribir al dictado con rapidez.
Y a pesar de toda esa parafernalia los negocio funcionaban, y la civilización avanzaba y nosotros podemos repetir, en 2020, la famosa frase: "Hoy los tiempos adelantan que es una barbaridad." Y es que hoy, con un ordenador o computadora, vamos que ardemos.
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