Si adoptamos una actitud de humildad ante el fenómeno de las lenguas y si nunca decimos que hablamos inglés, sino que lo estudiamos, habremos ganado una gran batalla sicológica con nosotros mismos: nunca quedaremos defraudados ni nos parecerá que estamos años y años tratando de dominarlo infructuosamente. Claro, nunca dominaremos un idioma: es demasiado resbaladizo y no se deja atrapar. Cambia, y cambia y cuanto más aprendemos, menos parece que sabemos.
Pero esto es bueno, si activamos esa actitud de humildad.
Yo todos los días me tomo una cucharada de humildad lingüística. Llevo años -muchos- y sé que no voy a dominar el inglés y el castellano jamás. JAMÁS.
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