Aprender un idioma es como sacar agua del mar con un cesto o hacer de Sísifo, laborar y empeñarse en conseguir un imposible. Dominar un idioma es una quimera. Aún así hay que hacer el esfuerzo y debemos intentarlo porque sabemos que el futuro está en manos de aquellos que, al convertirse en eternos y recalcitrantes estudiantes de la lengua, pueden expresarse mejor, comunicar mejor, convencer mejor y comprender mejor que los demás, siempre. Las cosas no vienen dadas. Y esto se aplica al político, al humanista, al vendedor, al filósofo, al biólogo, al amante, al médico. No se escapa nadie. Y tampoco se escapa ningún idioma. Y esto se aplica a una lengua foránea y a la nuestra propia, ojo.
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