Dicen que el peor defecto del español es la envidia. No es cierto: el peor es que siempre tiene razón. Nunca se equivoca y odia ferozmente al que le corrige. Y siempre excusa sus errores: "No, es que he escrito orgullo con h porque tenía prisa." "Sí, me he equivocado en esta cuenta porque andabas molestándome." "No, yo no he dicho que Bolívar era mexicano; lo has dicho tú." "Te crees muy listo, pero la Academia dice que "te se ha caído" es correcto."
A mis alumnos les repatean mis correcciones. Pero tengo que hacerlas, y constantemente.
El español no sabe que para aprender hay que cometer errores. Y que la corrección es una manera barata de aprender. En el aprendizaje de idiomas, la corrección constante es la manera de aprender. Si no nos corrigen puede que cometamos el mismo error durante años, sino durante toda la vida.
Yo me tomo todas las mañanas una cucharadita de humildad, que sabe a rayos, pero me la tomo. Y tenemos la anécdota de la señora que le preguntó a Samuel Johnson por qué había cometido errores en su diccionario, y la respuesta fue: "Ignorance, Madam, pure ignorance."
No hay comentarios:
Publicar un comentario