Decía que ando enfrascado en poner al día mi Diccionario fraseológico, español-inglés, y que ahora lo tengo más fácil que hace 25 años, por los avances tecnológicos. Ya no tengo, decía, que verme rodeado de voluminosos y pesados diccionarios para consultarlos. Ahora Internet me ofrece información más o menos correcta, pero rápida. Las fuentes de consulta son esenciales en cualquier campo. Siempre digo que soy un ratón de biblioteca, un pobre diablo que busca y rebusca y sabe olfatear dónde se encuentra la información que busca. Ahora es más cómodo, y más barato, encontrar información, fuentes, fidedignas. "Fidedigno, digno de crédito o de fe" nos dice Doña María. Y esta es la cuestión: en las Redes tenemos diccionarios bilingües, monolingües, Google Translate, Linguee, DeepL etc,, que son una maravilla de la tecnología; son programas difíciles de hacer, estoy seguro, pero que adolecen de la realidad última: los que han compuesto la base de datos, los supuestos lexicógrafos, son expertos (?) a quienes les falta un hervor, están "half-baked" como diríamos en inglés, están a medio cocer. Y si sabemos los dos idiomas que consultamos, podemos detectar sus pifias, sus traducciones desacertadas. Pero si nuestros conocimientos no llegan a ese punto de exigencia, podemos meternos en serios líos.
La fraseología bilingüe, la lexicografía bilingüe, es cuestión complicada. Y por eso estoy corrigiendo y ampliando mi Diccionario fraseológico que lleva mi nombre estampado en la portada, como responsable de todo. Google Translate, Linguee o DeepL no nos dicen quién ha hecho las traducciones o quién es el responsable.
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