La proverbial e histórica ineptitud hispánica con los idiomas se acepta con resignación fatalista como si fuera una maldición bíblica contra la cual no hay amuletos o sortilegios posibles. Encogerse de hombros y llegar a la triste conclusión de que “aprendan castellano ellos”, que es paráfrasis de una desafortunada expresión atribuida a diversos personajes, no nos exime de la responsabilidad lingüística que todos tenemos. Desde luego que la frase no la hubiese dicho don Juan Valera, ni tampoco don Ángel Ganivet, ambos -¡qué casualidad!- andaluces y los dos políglotas y diplomáticos, entre otras cosas. El primero, Juan Valera (1824-1905), hablaba, escribía y traducía francés, italiano, inglés y alemán, así como las lenguas clásicas árabe y griego, que traducía. El segundo, Ángel Ganivet (1865-1898), baste decir que su tesis doctoral se titulaba La importancia de la lengua sánscrita. Los dos, parece ser, que tenían una dispensa especial de la maldición histórica del “no hablarás idiomas extranjeros”, que aqueja al español, y no rezaba con estos andaluces universales, como tampoco con Don Pascual de Gayangos (Sevilla, 1809-1897), que dominaba el francés, árabe e inglés, que murió en Inglaterra y fue amigo de Ticknor y Prescott.
Tampoco hubiese repetido la frase don Eduardo Benot (Cádiz 1822-1907), otro andaluz lingüista, que introdujo el método Ollendorff -ya superado- en sus gramáticas francesa, inglesa, alemana e italiana, idiomas que dominaba. Su Cuestiones filológicas y métodos para la enseñanza de los idiomas se puede consultar hoy sin problemas. ¿Y qué decir de Julio Casares 1(877-1964), el del Diccionario ideológico, que conocía 18 idiomas aunque él decía que hablar, verdaderamente, sólo hablaba el andaluz?
Políglotos no le han faltado a España, desde luego, que quizá demuestren que esa maldición sea una filfa, un bulo propagado por indolentes e indisciplinados para justificarse.
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