Los mayores (eufemismo de viejos) de todas las generaciones lamentan el deterioro de todo: costumbres, hábitos, modas, cultura... y el idioma. Creen que los jóvenes destruyen el idioma por estulticia e ignorancia. Lo que ocurre es que los vejetes, con tanto mirar el pasado, no están atentos al presente y no ven el virus Lenguaje-19 que ataca al castellano sin que nos percatemos, y sin mascarillas de protección. Ese virus se introduce solapadamente, casi de incógnito, en televisión, de la mano de traductores de seriales y películas extranjeras. Nadie parece darse cuenta porque tanto jóvenes como viejos, oyen, pero no escuchan. Así, oímos que un personaje dice que "me he roto mi pierna." Otro actor exclama por teléfono que "estoy yendo a casa en el autobús." "La novela ha sido escrita por John Smith", y ni se inmutan ante esta voz pasiva. A otro actor le hacen decir que "María y yo nos queremos mutuamente." Y muchos "se autodefinen como liberales." Pronto oiremos a los españoles decir que se van a autoafeitar. Y en unos años, cuando nos llamen para cenar, diremos "¡Estoy yendo!"
El idioma, como las aguas, tiene sus cauces propios, y cuando violentamos esos cauces, pasa lo que pasa. Y esa violencia es el resultado de los traductores mecánicos que no tienen sensibilidad lingüística alguna. El virus Lenguaje-19 se detecta fácilmente, pero se ignora, apoyándose en aquello de "Que aprendan ellos," que es tan español, y por eso nos dicen que "soy un abogado", mientras otro exclama "¿Qué esta pasando?"... y otro responde que "ello es difícil de entender". Las generaciones futuras hablarán castellano peliculero.
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