La persona culta le saca más provecho a la vida. Los incultos viven como en una semipenumbra, una especie de ofuscación alelante que permite que los demás les impongan sus criterios y no les dejen ni siquiera pensar. Así se explica que muchos tontos que han ido a una universidad imponen sus criterios de risa a otros que, aun siendo más inteligentes, no tienen la cultura suficiente para darse cuenta de que les están dando gato por liebre.
Así, creo, debemos
pertrecharnos de toda clase de armas para lidiar con la vida y con nuestro
futuro, y con nuestro entorno. Los idiomas no sólo nos dan más posibilidades
laborales, sino que, además, nos abren una ventana a otras formas de cultura,
de ver la sociedad de forma diferente, de comprobar cómo interpretan la
historia otros, cómo nos ven en diferentes países, cómo se han expresado los
grandes poetas y literatos de otras lenguas… en fin, nos permiten entrar en
otro mundo ajeno al nuestro, que nos puede enriquecer y contrastar las opiniones y conceptos que
tenemos sobre diferentes temas. Eso es también cultura. Viajar, por ejemplo, no
tiene sentido si sólo vamos a ver monumentos y patearnos calles. Viajar es
entrar dentro del país que visitamos, de su cultura y sus modos de ver la
realidad, de su lengua, de su idiosincrasia
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