“… en la raíz de un buen lingüista se oculta siempre un actor bueno” nos comentaba Salvador de Madariaga. Y se decía que, desde lejos, cuando Fiorello LaGuardia, Alcalde de Nueva York, daba un discurso al aire libre, se sabía en qué idioma estaba hablando por los gestos y posturas que asumía. Los idiomas conllevan no sólo palabras, sino cultura, actitudes, gestos, costumbres, historia, sensibilidad y hasta maneras de pensar. Quizá por eso nos dice José María Eça de Quiros: “… el políglota no es nunca patriota. Con cada idioma ajeno que asimila se le introducen en el organismo moral modos ajenos de sentir. Su patriotismo desaparece diluido en extranjerismo.” (Cartas de Fadrique Mendes, 1900.) Aprender un idioma diferente implica entrar en un mundo nuevo. Descubramos, pues, mundos nuevos. Hay poco que perder y mucho que descubrir. El esfuerzo vale la pena.
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