Como no gusta el verbo "estudiar" propongo que para aprender no hace falta estudiar.
No es necesario poner los codos sobre una mesa. No es esencial encerrarse en un
cuartucho como monje enclaustrado. Para aprender sólo necesitamos aprender:
asimilar, retener en la mente algo, lo que sea, almacenarlo en la memoria y poder usarlo cuando
queramos. Y eso se puede conseguir dando un paseo, echando una rápida mirada a
una frase o párrafo, oyendo un nombre o número de teléfono, por fugazmente que
sea, escribiendo algo o, mejor aún, haciendo un esfuerzo consciente y extremo
para almacenar aquello que queremos recordar o retener en la memoria. Hacer un acto de concentración mental activa, ahora que el mindfulness está tan de moda.
Si empleamos la palabra concentrarse en vez de estudiar
nos daremos cuenta de que la cuestión ya ha cambiado. Todos sabemos que
podemos intentar leer un libro, y lo leemos, pero varias páginas después de
comenzar nos damos cuenta de que no sabemos de qué va la novela porque no nos
estábamos concentrando y nuestra mente divagaba y se nos iba por los cerros de
Úbeda.
Aristóteles, abre su Metafísica diciendo "Los
hombres por naturaleza desean saber". Esa curiosidad innata del
hombre es la que nos ha llevado a hacer inventos como la rueda, el arado, la
imprenta, el telégrafo, y los libros de autoayuda. El hombre desea aprender,
pero no estudiar. No quiere emplear el tiempo en estudiar lo que no cree
práctico o le resulta tedioso. De ahí que no se lean las instrucciones de los
aparatos que se compran. La gente empieza a tocar teclas y apretar botones,
pero no se sienta a leer instrucciones. Quiere aprender a manejar el trasto que acaba
de comprar, pero detesta tener que sentarse a estudiar un manual.
La "concentración mental activa" dará más resultados que "estudiar", verbo que trae a la memoria momentos desagradables de nuestra vida.
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