En mi afán porque mis hijas no perdiesen el idioma inglés al volver a España, quise recrear todo un mundo anglosajón para ellas, un mundo paralelo para que cuando volvieran a los Estados Unidos, su país no fuese un lugar extraño. Así no sólo impuse el inglés como idioma oficial en casa, sino que impuse también la celebración de fiestas y costumbres estadounidenses. Celebrábamos la llegada de Santa Claus, el 25 de diciembre. Y hasta las niñas hablaban por teléfono con él, en inglés, por supuesto. Comíamos pavo para Thanksgiving también, con todos los "trimmings". Lo peor era lo de Halloween porque teníamos que encargar una calabaza de forma y tamaño especiales. Y todo el mundo alrededor se sorprendía de tan rara y excéntrica costumbre que sólo nosotros celebrábamos. Y la calabaza traía regalos y todo. Y, mira por dónde, todos en España se han convertido en "Halloweeneros" sin comerlo ni beberlo, y ya no les parece cosa extraña. Fuimos pioneros. Y mis esfuerzos no fueron en vano.
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